En algún momento de nuestra vida deseamos sobre todas las cosas tener un auto.
Silvia Mansilla
Este representa libertad, estatus o un sueño. Caminá la vida sobre ruedas, hasta que un virus no estudiado se apodera de los conductores. Los contagiados al poner las manos en el volante mutan. El más peligroso, el transformer asesino, empuja el acelerador hasta el fondo en busca de víctimas. Con el propósito enfermizo de contagiar su rabia, lanza el auto de un lado a otro y, entre frenazos y acelerones, grita a bocinazos “quitate o te aplasto”. El transformer fugado no anuncia nada; lo sentís pasar a mil por hora a tu derecha o izquierda, hace doble fila, rebasa en curva y, si no le das espacio porque viene un auto de frente, ¡te empuja a la cuneta! Sin ser peligrosos, sólo maleducados, el transformer sordo-ciego y el analfabeto ignoran tus señales de vida: manos, miradas o pidevías. Los transformers asumen que dentro de los otros autos no van seres humanos, sino enemigos mortales a los que deben acabar. Vacunarse contra el virus es fácil. Cada vez que te sentís al volante, mirate por un momento en el retrovisor hasta encontrar la persona que sos; ahora decís en voz alta: “Pienso, luego manejo”.
La vida en numeros
8 de 10 se transforman
Los últimos análisis arrojan la escalofriante cifra de que ocho de cada diez conductores se han contagiado del virus del transformer, y han convertido las calles en un campo de batalla. Se recomienda a la población no contagiada armarse de valor y compasión cuando se moviliza del punto A al punto B.
60 km para no estresarse
es la velocidad que al manejar evita el estrés mental y físico. Si ganaste matemáticas en tercero básico, lograrás llegar a tiempo al calcular correctamente distan-cia y circunstancias de tráfico.
900 mil a la vez
es la cantidad de vehículos que se mueven diariamente en el área urbana y 800 agentes para controlarlos.
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